Las manecillas del
reloj murmullaban, haciendo que el desespero de Franck Nicolás fuera mayor, al
saber que el péndulo se detendría a la hora de su muerte.
Franck un hombre que tenía la palabra Libertad en sus actos, fue sentenciado a
muerte, siendo juzgado y acusado por un delito craso.
Su
historia abundo por las calles de la pequeña Inglaterra, en una carta
escrita por el ápice de una pluma, donde la tinta
derramada contó sus más increíbles aventuras.
Franck creció a
medida del que viento arrastraba su presente, sondeándose sobre las
conductas humanas, viendo así como cada ser era esclavo de sus
pensamientos y posesiones, siendo símiles a esclavos de cadenas.
Desde muy arrapiezo observo como la existencia de sus familiares
desaparecía por ser paganos, siendo ya esclavos de una
frazada fúnebre y una hoz. Así Franck adulo al mismo ser para
poder seguir luchando por sus pensamientos.
Al
paso de unas décadas Sir Franck Nicolás era conocido por su barba y
su cuerpo del Olimpo Griego, pero además distinguido por sus pensamientos e
ideales que ayudaban desde al más necesitado hasta a
los aristócratas; en sus momentos de sosiego, plasmaba en pequeñas páginas
las estigmas que le dejaban la vida. En sus moaxajas se redactó grandes críticas
hacia el gobierno, por lo cual se dieron ordenes de captura por su pensamiento
revolucionario.
La
historia de su rebeldía y su pensamiento llego a los más recóndito de un
monasterio cartujo en las altas montañas de Scafell Pike, donde el prior del
monasterio asumió el mecenazgo de Sir Franck enviando un mensaje ante el. Las
palabras de aquel mensaje removieron en lo más profundo de su ser,
aquellos recuerdos de su infancia en donde su amigo y tutor Sir Thomás Holmes fue
acusado injustamente de pederasta y enviado al destierro.
El siglo XIX vivía su adolescencia, cuando el 21 de abril de 1847 Franck fue
citado a un tribunal por la reina Victoria I. Allí se le sentencio a una
condena y se le dieron culpas por delitos de lesa majestad, donde intento
cambiar los pensamientos de sirvientes, empleados y aun a esos esclavos de un
mundo ignorante.
En una pequeña celda, Franck que se encontraba acompañado
por una simple cama y un reloj que marcaba el poco tiempo que quedaba por
recorrer de su humana existencia. En este pequeño cubo Sir Franck Nicolás ingirió
una pócima para cortar la angustia de esta larga espera y allí en medio de su agonía
sufrió una aneurisma, donde la última melodía que sus oídos contemplaron fue un
suspiro profundo.